Hola de nuevo, compatriotas. Aquí nos tenéis, fieles a nuestro compromiso de escribir todos los días contando lo que pasa por Houston. Y hoy han pasado un montón de cosas. Resulta que el equipo de Nueva Orleáns ganó la Super Bowl de los cojones por primera vez en su historia. Imposible no enterarse: ninguna cadena de noticias hablaba de otra cosa. Si los iraníes hubiesen tirado una bomba atómica sobre Israel, aquí ni siquiera se hubiesen enterado. La primera vez que grabamos con Hardy en Memphis (¡en 1993!) nos fuimos hasta la vieja Nueva Orleáns (como decían Labelle) de antes del Katrina y tenía gracia ver la Bourbon Street que conocimos llena de gente celebrando la victoria. Dentro de unos días empieza el Mardi Gras, que también se celebra por Texas, así que tienen borrachera asegurada y juergaza “non stop” para rato.
La diferencia horaria de 7 horas con Galicia ha hecho estragos relativos en la tripulación. Salimos de París a las 11.30 y llegamos a Houston a las 14.30 después de diez horas de vuelo. La apocalíptica oferta de registros, cacheos y escáners que nos hacen desde los telediarios cada dos por tres desde el atentado fallido de estas Navidades, resultó ser un bluff, al menos en este caso. Eso sí: tardamos un montón en que nos diesen un coche de alquiler y nos perdimos por Houston buscando el hotel. Joe Hardy nos vino a buscar y nos llevó a un restaurante mexicano a cenar después de una primera visita al estudio. Fue el segundo intento porque el plan A (un restaurante más finolis) falló porque era víspera de la Super Bowl, el mayor acontecimiento deportivo yanqui, y aquello estaba lleno hasta la bandera. Hay que decir que, en el plan B, estaba todo buenísimo y que era curioso volver a escuchar ese acento tan sexy en pleno Texas. Resumiendo: nos tiramos veinticuatro horas sin dormir así que caímos como piedras nada más llegar al hotel.
¡Vaya madrugón! Salir de Vigo para llegar a Houston es toda una Odisea (o una Eneida, que viene siendo lo mismo, o peor). Bueno, pues con la legaña pegada al ojo nos hemos encontrado con Mikel Clemente y nos disponemos a volar a Texas sin un maldito cigarrillo que llevarse a los pulmones. No podemos pensar en otra cosa más que en esa cerveza que caerá cuando lleguemos al refugio de allí y que ya nos canta en el papo. Joe Hardy nos promete una cena mexicana en su casa. De entrada, eso mola, pero teniendo en cuenta el jet-lag, la diferencia horaria, el cansancio y la madre que parió a la rotación del planeta Tierra: ¿estaremos cenando, merendando, desayunando o comulgando el domingo de mañana en la iglesia de los Capuchinos de Vigo?