Joe Hardy ha trabajado duro desde que nos fuimos de Texas. Ha ido enviando, vía FTP, las mezclas de los temas. A la hora de redactar estas líneas (¡cómo mola decir esta tontería!) y a falta de un par de detalles minúsculos en un par de canciones, el disco está visto para sentencia. Hardy cumplió su palabra de que la batería sonaría como nunca en un disco de ST. Puedo prometer y prometo que, efectivamente, los tambores de Ángel suenan como un tiro. Y eso en todas sus reencarnaciones a lo largo del álbum, ya sea una batería tan natural como la de Al Jackson (Booker T. & The Mg’s), una burrada como las de John Bonham (Led Zeppelin) o alguna invención totalmente nueva de la factoría cerebral de Hardy. Y esto sin perder una sensación de unidad que da la manera de tocar de Ángel.
Joe odia dejar la primera mezcla como la definitiva. En algunos casos por iniciativa suya y en otros por sugerencia nuestra, ha ido remezclando los temas, algunos hasta tres y cuatro veces. No son muchas: habitualmente poner de acuerdo a los especímenes subhumanos de un grupo de rock con su productor es un calvario que me lo debes. Quizá porque seamos precisamente de El Calvario de Vigo (Hardy es Hijo Predilecto), no hayamos querido prolongar nuestro martirio en el Gólgota de la Remezcla Interminable. La verdad es que no hacía falta: el Amigo Americano nos conoce desde hace diecisiete años y ya sabe de qué va la vaina. Joe nos contaba cómo llegó a aplacar los ánimos de una banda (no dijo el nombre) en la que cada uno de los músicos estaba sólo pendiente de su instrumento y siempre lo escuchaba más bajo que los de los demás. Subió los faders (los volúmenes) de todos los instrumentos al mango y les dijo que la mesa de mezclas era suya, que empezasen a bajar cosas (aquello debía ser un caos incomprensible). Esto, para que se entienda, es como el viejo chiste de los escultores que dicen que la escultura está dentro del bloque de mármol y que sólo hay que quitar lo que sobra. El grupo en cuestión se quedó, nunca mejor dicho, de piedra y todos admitieron que eso no era una manera lógica de trabajar. Asunto solucionado.
Partiendo de lo anterior, todo el mundo ha procurado ver las mezclas en su conjunto. En grabaciones anteriores hemos tenido que hacerle notar a Hardy que una voz no se entendía bien. Esto es porque Joe no entiende lo que decimos al cantar (luego le traducimos las letras como buenamente podemos) y no sabe hasta qué punto se puede perder el sentido de una palabra o una frase por muy bien que quede el conjunto musicalmente. No ha sido el caso esta vez: creo que sólo dos palabras estaban algo bajas en Los Putos Amos. Todo un record. Lo que sí resultó curioso fue cuando nos llegó la mezcla de Mira Por Dónde Pisas, Cowboy. Aparecían unos sonidos como humanos y monosilábicos que nadie recordaba haber grabado pero que Hardy se tomó como alguna especie de chiste que habíamos hecho sin que se enterara. Como también él metió una voz recitando en esta canción, nosotros le preguntamos si no sería cosa suya. Lo negó tajantemente, aunque sabemos positivamente que siempre mete algún mensaje satánico en nuestros discos que, en todo caso, es subliminal. Eliminamos esos sonidos pero aún estamos con la duda de su procedencia.
Salud y ruido, seres del Averno. Hasta la próxima.
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