Alguno de vosotros, desocupados lectores, comentábais la posibilidad de seguir adelante con el Cuaderno de Bitácora que, en la medida de lo posible, fuimos colgando en esta página —que es la vuestra— durante la grabación en Houston de este disco —que es el vuestro— con Joe Hardy en el estudio The Foam Box de Billy Gibbons. La sugerencia no cayó en saco roto pero no podíamos seguir con un diario de a bordo como ese, sino con unos comentarios que diesen fe del proceso que van siguiendo las canciones, las mezclas, la portada y demás mandangas. Intentaremos no dar el coñazo con detalles técnicos o acontecimientos tan graves como la rotura de cuerdas, baquetas o cañas de saxo en el local durante los ensayos. A cambio de eso, os pedimos comprensión por la no periodicidad de estas notas, algo que recoge el espíritu de La Circular Esporádica, un boletín impreso que enviábamos a los interesados allá por los principios de los noventa del siglo pasado, mucho antes de que Internet tuviera la implantación y velocidad que tiene ahora. Pues eso: ¡on with the show!
Estamos de vuelta. La diferencia horaria marca la diferencia y no hemos podido enviar esta última anotación de la tripulación de la nave Oklahoma hasta hoy. El viaje de regreso hubiera sido casi perfecto si no fuese por que hemos tardado alrededor de 15 horas en vislumbrar Galicia a través de la ventanilla del avión. Un aviso para navegantes: es mentira eso de que hay que estar quinientas horas antes en los aeropuertos americanos para que te revisen hasta la cartilla escolar. Bueno, dependerá de los días, pero nosotros salimos del Palacín (el Palace Inn) en la nave nodriza Oklahoma y una nave auxiliar (ellos las llaman Yellow Cab o algo así) porque no cabíamos nosotros y nuestro equipaje en una sola. Al devolver a Oklahoma, nuestra nave de alquiler, hasta se echaron a reír. Los currantes de la empresa le hicieron unas fotos para enseñárselas a futuros clientes como ejemplo de cómo no se tiene que devolver un coche. ¡Jo! Nosotros qué sabíamos...
Dos datos. El primero: hoy es (ha sido) Martes de Carnaval. El segundo: hoy es (ha sido) San Julián.
Y un tercer dato: hoy estuvimos en casa de Hardy bebiendo, comiendo y jugando al billar.
Ah, y el dato que me se olvidaba. ¡Me llamaron de casa para felicitarme el santo! (Thanks, darling!) Ellos (los yanquis) llaman al santo Feastday, o algo así. Por si fuera poco, el Martes de Carnaval es un día mágico.
Yo me llamo Julián porque mi padre se llama así; y él se llama así por su abuelo, Julián El Rojo, mi bisabuelo. Mi sobrino se llama Julián también. (Uf… Como soy el que suscribe pues pongo lo que me da la gana)
Hola de nuevo, compatriotas. Bien está lo que bien acaba y la vida sigue adelante. Ángel ha llegado de Las Vegas. Al parecer la ciudad de CSI y los casinos está para casarse a toda velocidad y Reno para divorciarse del mismo modo. Ángel y Evangelina, su ex-mujer ya, se despidieron en la puerta del Circus Circus y han prometido volver a verse. La vida de los artistas y titiriteros es dura por aquello que decían los Ramones: Here today, gone tomorrow. Quién sabe si se volverán a encontrar, pero ahora que hemos establecido el contacto de Houston gracias a Joe Hardy y nos hemos hecho a la ciudad, es muy posible que volvamos por aquí en cuanto tengamos nuevo material que grabar. Ángel está feliz porque todo salió bien y ha hecho una amiga americana a la que le resultará difícil olvidar la aventura con el batería de un grupo de rock español. La vida es más rara que Dios…
¡Jodeeeer! Estamos vivos, que es lo que importa, pero esto es una película escrita por el guionista más cabrón que parió madre. Ya os contamos que, mientras el resto de la peña se iba a Austin, Ángel se cogió un avión y se fue a Las Vegas. Primero nos llamó diciendo que estaba bien y que se manejaba de puta madre y todos nos quedamos tranquilos. Lo grande ha sido la llamada de hoy. Resulta que Ángel no bebe, pero en el casino del hotel Circus Circus (hacen numeritos en trapecios y esas cosas) daban alcohol por la cara y al mejor batería del mundo, después de meterse un T-Bone gigantesco en el Steak House, no se le ocurrió otra cosa mejor que echar un trago del dry martini que le pusieron en las manos cuando se sentó a jugar al Black Jack. Se lo bebió entero y de ahí al viejo proverbio de que un martini es poco, dos es mucho y tres es poco, sólo hubo un paso. ¡A saber cuántos más de tres se pimpló! El caso es que, al parecer, se sentó a su lado una chica afroamericana (seamos correctos) por aquello de que un moreno de ojos azules mola, y se cogieron una moña los dos de agárrate y no te menees. Ángel dice que lo recuerda entre brumas, pero Evangelina -así se llama la que ahora es su mujer- y él salieron del casino dando tumbos y se casaron en la primera capilla que vieron. Ángel asegura que la chavala está de quitar el hipo, aunque no ha mandado ninguna foto del evento. Se despertaron en la habitación del hotel y cuando se dieron cuenta ambos de que se habían casado, gritaron a la vez y no se lo podían creer. Resumiendo: que se han tenido que pillar un Greyhound Bus y, en estos momentos, están viajando los dos hacia Reno para divorciarse. Esto lo escribo nada más llegar de vuelta a Houston desde Austin y Ángel nos llamó a eso de las cinco de la tarde de aquí. El viaje dura más de ocho horas, así que aún seguirán los dos durmiendo la mona en el autobús. Si todo va bien, mañana se tendrán que coger otro autobús de vuelta a Las Vegas (ella trabaja allí de bailarina) a tiempo para el vuelo hacia Houston que tiene Ángel cerrado. La verdad es que asombra un huevo lo bien que se llevan, pero claro, casarse es otra cosa. Viven a miles de kilómetros de distancia y quieren volverse a ver (como no nos presente a Evangelina algún día, lo matamos), lo que pasa es que la vida es como es, y tendrán que organizarse sin un mamadón del nueve largo en Las Vegas de por medio.